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12/1/12

LAS MEJORES PELÍCULAS DEL 2011


 Al cine puede ir uno a sorprenderse, a divertirse, a llorar, a reír, a asustarse, a reflexionar, a pasar el rato, a aprender algo, a enamorarse... Y hay un catálogo infinito de películas que te ofrecen cada una de estas posibilidades, y muchas otras más, con lo que uno puede elegir de antemano a qué va a verla, si a llorar o a reír. «The artist» es una película, sí, pero no ofrece una de estas o de otras posibilidades, sino todas... A «The artist», uno va a todo lo dicho y no dicho, a sorprenderse, a divertirse, a llorar, a reír... El mundo entero sabe ya que es una película muda, que su director, Michel Hazanavicius, ha recreado milagrosamente el cuerpo y el espíritu de aquel Hollywood al ocaso de los años veinte, cuando el cine vivió una de sus más drásticas transformaciones, del mudo al sonoro, y algunas de sus estrellas se quedaron trágicamente atrapados en la bisagra. También sabe todo el mundo que «The artist» es la película del año, y que sólo falta convenir de cuál, si del 2011 que termina o del 2012 que empieza. Fue la gran sorpresa del pasado Festival de Cannes y desde entonces no ha dejado de asombrar allá donde se proyectó, pero aún le queda el tomatillo o apoteosis de los Oscar, donde se empieza a sospechar que tal vez arrase. El gran misterio de «The artist» es cómo un director francés, relativamente (des)conocido, ha descubierto una puerta que parecía perdida y que nos conduce a un nuevo encontronazo con las purezas del cine, con su grandilocuencia de lenguaje, su «jerga», sin necesidad de articular palabra, con emociones en primer plano y en medio de un alboroto visual y sorprendentemente silencioso, y con una modernísima textura en el alcanfor de sus personajes, interpretados por una pareja milagro de actores, Jean Dujardin y Bérénice Bejo, como recién salidos de la máquina del tiempo. Sólo existe una pega en «The artist» y es el vencer el primer golpe de rechazo que puede producir la cáscara de la película (muda, en blanco y negro...) en el espectador más gandul; pero aquél que consiga abrir la cota de malla de la galbana mental que nos «protege», se encontrará atravesado y con esa sensación brocheta que siempre anheló producir el cine en sus mirones.

Otra «manita» de imprescindibles

«Nader y Simin»: Cine iraní palpitante.

«Another year»: La vida y mucho más.

«Un dios salvaje»: Vitriólico Polanski.

«Drive»: Talento donde se espera rutina.

«El árbol de la vida»: Humilde arrogante.

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«Otra tierra», esperanza ante la desesperanza

POR JOSÉ MANUEL CUÉLLAR. He aquí una de las mayores muestras de talento de los últimos años, tanto en la creación, como en la dirección y también en la originalidad de los temas tratados. Una mezcla de realidad desesperada con una irrealidad que contiene el color verde de la esperanza. «Otra tierra» tiene una virtud (entre muchas otras) innata en sí: mezcla el drama humano —con una profundidad y dramatismo sin par— con el optimismo generado por una ficción que logra entronizar casi como un mecano en perfecta ejecución con el lado terrenal de la historia. Y además tiene actores muy buenos, sobre todo Brit Marling, una joya en sí misma. Un hallazgo de otro mundo...

Otras cinco principales

«The artist»: Monumento mudo.

«Inside job»: Denuncia del mayor robo.

«Incendies»: Un infernal desgarro.

«La fuente de las mujeres»: Reivindicativa.

«Un dios salvaje»: Radiografía humana.

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«De dioses y hombres», western espiritual 3D

POR JAVIER CORTIJO. Un año más (o menos) a las alforjas y a las ojeras con la misma sensación: salvo excepciones, el cine chapotea entre el sonajerismo (mudo o vestido de lagarterana) y el «marcapaquetismo» (melancólico o filosófico de la señorita Pepis). Salvo excepciones, sí. Por ejemplo, la de esta obra muy maestra que, allá por enero, redescubrió el valor de cosas tan poco modernas como la fe, el sacrificio, la cartas boca arriba y la moral, cristiana o no. Y todo, sin hacer ruido y con una escena cumbre, sinfonía de primeros planos, que corta el aliento y las entrañas. A alguno le parecerá aburrida quizá porque la mira por encima del hombro. Hagan un ejercicio de humildad, agachen la testa, arrodíllense si hace falta, y se toparán con un prodigio, un enigma de otra época, casi, casi un milagro.

Quinteto de suplentes de lujo

«Misterios de Lisboa»: Gran ópera-fado.

«Valor de ley»: La Coen-quista del Oeste.

«Nader y Simin»: Irán también es esto.

«No habrá paz para los malvados»: Torrencial cine negro; Santos for president.

«Arrietty y el mundo de los diminutos»: Otra pequeña maravilla japo.

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«El niño de la bicicleta», el milagro de los Dardenne

POR ANTONIO WEINRICHTER. Los Dardenne, además de belgas y hermanos, son unos abusones: película con la que van a Cannes, premio que se levantan. «El niño de la bicicleta» busca con empecinamiento de niño a un padre fugitivo pero solo encuentra a una madre adoptiva (sale ganando) y a un hermano mayor que le guía por el mal camino. Una película rodada con precisa concisión muy cerca del cuerpo de sus actores, que recuerda la vocación documental, de registro, del cine: así lo demuestran dos secuencias ejemplares, la carrera en bici tras el rechazo del padre, y el paseo final tras uno de los milagros más imprevistamente bressonianos del cine de este siglo.

También optan al oro

«Misterios de Lisboa»: Testamento magistral.

«Tournée»: Meyer meets Cassavetes.

«El árbol de la vida»: El más hermoso.

«Crazy, stupid, love»: Comedia redonda.

«Midnight in Paris»: Allen en forma.

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«Super 8», pasión por el cine

POR F. MARÍN BELLÓN. Está feo dar el toque palomitero a la página, pero ni la indiscutible «The artist» tendrá el éxito que merece y tampoco es pecado compatir platea con el pueblo. «Super 8» es el fruto de la pasión cinéfila de J. J. Abrams, discípulo cum laude de Spielberg, que se rinde autohomenaje como productor 30 años después del advenimiento de «E.T.». Es posible odiar su músculo económico y comercial, la escasa originalidad (¡falso!) y hasta su final, pero el amor por el cine que chorrea por sus fotogramas y la oportunidad de verla con un hijo de cualquier edad lo compensa todo. La escena cumbre, el mágico y accidentado rodaje infantil en el que Elle Fanning detiene el tiempo y los trenes, deja más rastros en la memoria que algunas filmografías completas.

Y además

«The artist»: Fuera de concurso, genial.

«Animal Kingdom»: Mafia seca y real.

«Midnight in Paris»: Allen del bueno.

«Monsters»: La imaginación al poder.

«The Fighter»: Pelea de grandes actores.

Fuente recogida ABC  ( OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE.)

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