No son personajes retratados por encargo, ni tampoco anónimos transeúntes que hayan atraído momentáneamente la atención del artista. Son hombres y mujeres que por su belleza, su manera de posar o por ese "algo especial” se introducen irremediablemente en la conciencia del autor, convirtiéndose en fuente obsesiva de inspiración, protagonistas de sus obras y en muchas ocasiones, también de sus vidas.
La siguiente relación es una selección de “musas” que han influido en algunos de los artistas del último siglo, publicada recientemente por el diario británico The Guardian y firmada por el periodista Sean O'Hagan.
Lee Miller: Man Ray, Picasso, Roland Penrose

Picasso también cayó brevemente bajo su hechizo, llegando a representarla en cinco de sus retratos. Más tarde, Lee se casó con Roland Penrose, el pintor surrealista, quien en su obra Noche y Día (1937) la retrató como una especie de diosa flotando en el cielo.
Desde su muerte, la reputación artística de Lee Miller ha ido en aumento, siendo considerada en la actualidad como una gran fotógrafa que también fue una gran musa.
Leigh Bowery: Lucien Freud

A partir de ese momento, obsesionado con su figura, Freud le dedicó una larga serie de desnudos, representándole como una figura dionisíaca sacada del Renacimiento, tan mortal como llena de vida. "Lo encontré perfectamente hermoso", comentaba Freud después de la primera sesión de Bowery en su estudio, en la que este posó desnudo para el pintor.
Sara Lowndes: Bob Dylan

Sin embargo fue realmente su ex esposa Sara Lowndes quien sin duda destacó por encima de todas las demás y a quien dedicó su canción Sara (la única composición de Dylan que no habla en genérico sino que se refiere directamente a una persona real), contenida en el album Desire. Por si esto fuera poco, en la propia letra de esta canción Dylan afirma que escribió Sad Eyed Lady of the Lowlands (de Blonde on Blonde) para Sara Dylan.
Renée Perle: Jacques Henri Lartigue, John Galliano

Parece que, literalmente, la consideraba como su ángel, de quien dijo en una ocasión: "Veo en ella un halo de magia". Más recientemente, Renée Perle se convirtió también en la inspiración para una colección del diseñador de moda gibraltareño de madre española John Galliano.
Maud Gonne: Yeats William Butler

Sin lograr superar la situación, William siguió dedicándole multitud de poemas, incluso después de que Maud se casara con el revolucionario John MacBride. Después de la muerte de su marido –fue ejecutado en 1916 por su participación en la llamada “Insurrección de la Semana Santa”–, William propuso de nuevo matrimonio a Maud. Sobre ella escribió: “¿Por qué debo culparla de haber llenado mis días de miseria?”
Arthur Rimbaud: Dylan Thomas, Bob Dylan, Allen Ginsberg, Jim Morrison, Patti Smith

Catherine Deneuve: Luis Buñuel, Yves Saint Laurent

Buñuel vio en ella algo inalcanzable que la hacía perfecta para sus intencionadamente perversas y agudas películas. Yves Saint Laurent, sin embargo, supo captar su elegancia natural y su estilo atemporal. Durante más de 30 años fue la cara de su sello, una musa fiel que sólo llevaba sus creaciones, la encarnación de una visión del diseñador.
Zelda Fitzgerald: F. Scott Fitzgerald

Fue el árbitro no sólo de la edad moderna, sino también de todo lo que ha seguido, desde el culto a las celebridades a la idea de la belleza perdida. Y fue, sobre todo, el modelo literario para muchas de las heroínas que salieron de la pluma de su marido, F. Scott Fitzgerald, quien en una ocasión escribió sobre ella: "No sé si Zelda y yo somos reales o si somos personajes de una de mis propias novelas".
Gala Dalí: Salvador Dalí, Louis Aragon, André Breton, Max Ernst

Gala conoció a Salvador Dalí –10 años menor que ella– en 1929, pasando inmediatamente a ser su musa para toda la vida, inspirando muchos de sus cuadros y, según palabras del propio artista, a “salvarle de la locura”. A pesar de sus muchas aventuras amorosas, Dalí llegó a retratarla como la Santísima Virgen, además de representarla en varias pinturas de tipo religioso.
Alice Liddell: Charles Dodgson (Lewis Carroll)

Charles Dodgson también la fotografió en muchas ocasiones, la más famosa, la toma que la representa como una niña mendigo, un retrato que combina la fantasía y la seriedad de un modo más bien inquietante. La naturaleza de la amistad/enamoramiento de Dodgson con Alice se ha convertido en una fuente de debate espinoso desde entonces, pero de cara a la historia basta decir que sin Alice, no habría existido Alicia.
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