la mujer como objeto artístico.

Hace un tiempo leí en el periódico una noticia que se titulaba Los Museos las prefieren monas. http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/12/01/actualidad/1385921483_501196.html

La noticia nos cuenta como la mujer como objeto artístico abarrota las colecciones, en cambio ningunean como autoras o profesionales dedicadas al mundo del Arte. Esto no deja de ser un tanto alarmante, ya que no es por falta de formación. Según las estadísticas en la carrera de Bellas Artes hay más mujeres que hombres matriculados, y por ende, más graduadas. Algo se tuerce por el camino, y hay que conseguirlo cambiar. Porque conseguir dedicarte al Arte no deberían ser cuestión de género, sino de talento, de ilusión, de ganas y de demostrar que se hacen bien las cosas.

Desde aquí voy a intentar poner mi granito de arena para que las mujeres tengamos las mismas oportunidades retratando de vez en cuando mujeres destacadas en la historia. Algunas muy conocidas y otras no tanto. Pero todas ellas sumamente valiosas.

ellas sumamente valiosas.

Voy a empezar con Cristina de Pizán (1365-1430). Para mi es una mujer inspiradora y muy luchadora. Vivió en París en la Edad Media. Provenía de una familia culta. Al morir su marido decidió aparcar las “labores” propias de la mujer y dedicarse a escribir. Se podría decir que era una feminista de su época. En su obra denuncia la desigualdad que decía que no procedía de la ausencia, sino de la educación. La misión de Cristina se orienta en tres sentidos: defender y promover a la mujer, participar en la educación de los príncipes y de las princesas y defender la paz.

Cristina escribió La ciudad de las damas, en la que refuta los textos misóginos, en especial Le Roman de la Rose y construye una ciudad en honor a las damas, ciudad que las acoja y las proteja. Además demuestra que hay mujeres famosas y valiosas en todos los ámbitos: la guerra, las artes, la moral, la santidad. Las mujeres han contribuido a las artes existentes. A la poesía con Safo, a la pintura con las griegas Thamar e Yrane, la romana Marcia, célebre por su autorretrato, y Anastasia, parisina contemporánea de Cristina a la que la poetisa encargaba la decoración de los márgenes de sus manuscritos, para que pintase en ellos orlas decoradas y fondos.

Cristina de Pizán.